Afirmar que el cristianismo es la verdad acerca de la realidad total significa que es una cosmovisión íntegra y completa. El término significa literalmente una concepción del mundo, o, en este caso, una perspectiva bíblicamente informada de toda la realidad. Esta cosmovisión es como un mapa mental que indica cómo navegar por el mundo eficazmente. Es la impronta de la verdad objetiva de Dios sobre nuestra vida interior. Podríamos afirmar que cada persona porta un modelo del universo dentro de su cabeza que le informa cómo es el mundo y cómo debe vivir en él. Un libro clásico sobre cosmovisiones se titula El Universo de al Lado, que sugiere que todos «vivimos» en un universo mental o conceptual, nos regimos por una red de principios que responden a las cuestiones fundamentales de la vida: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué sentido tiene la vida? El autor del libro, James Sire, invita a sus lectores a examinar una variedad de cosmovisiones a fin de entender el universo mental que abrazan otras personas que viven «al lado».
Una cosmovisión no es lo mismo que una filosofía formal; de otro modo, sólo sería adecuada para los filósofos profesionales. Incluso las personas comunes y corrientes se aferran a una serie de convicciones acerca de cómo funciona la realidad y cómo deben de vivir. Puesto que hemos sido creados a imagen de Dios, todos procuramos dar sentido a la vida. Algunas convicciones son conscientes, otras inconscientes, pero todas juntas forman una imagen más o menos coherente de la realidad. Los seres humanos «son incapaces de sostener opiniones puramente arbitrarias o de tomar decisiones sin conciencia», dice Al Wolters en un libro sobre cosmovisión. Dado que por naturaleza somos seres racionales y responsables sentimos que «necesitamos algún credo para vivir, algún mapa para trazar la ruta a seguir». 10
La noción de que necesitamos ese «mapa» surge en primer lugar de la concepción bíblica de la naturaleza humana. El marxista puede declarar que la conducta humana es en última instancia determinada por las circunstancias económicas; el freudiano atribuye todas las cosas a instintos sexuales reprimidos; y el psicólogo conductista considera a los humanos mecanismos estímulo-respuesta. Pero la Biblia enseña que el factor determinante de todo lo que hacemos es la creencia fundamental o el compromiso religioso. Nuestras vidas son moldeadas por el «dios» que adoramos -ya sea el Dios de la Biblia u otra deidad sustitutiva.
El término cosmovisión es una versión del vocablo alemán Weltanschauung, que significa una manera de ver el mundo. (Welt = mundo; schauen = mirar). El idealismo filosófico desarrolló la idea de que las culturas son totalidades complejas bajo las que cierta perspectiva de la vida, o espíritu de la época, se expresa en todo su abanico: arte, literatura, instituciones sociales, así como en la filosofía formal. La mejor manera de entender los productos de cualquier cultura, es pues, captar la cosmovisión subyacente que expresan.
Pero, por supuesto, las culturas cambian en el curso de la historia, de modo que el uso original del término cosmovisión transmitía relativismo. La palabra fue después introducida en círculos cristianos por pensadores neo-calvinistas holandeses como Abraham Kuyper y Herman Dooyeweerd. Éstos arguyeron que los cristianos no pueden contrarrestar el espíritu del tiempo en que viven a menos que desarrollen una cosmovisión bíblica igualmente integradora -una perspectiva de la vida que dé origen a formas de cultura claramente cristianas-, con la importante salvedad de que no se trata meramente de la creencia relativista de una cultura concreta, sino de la basada en la mismísima Palabra de Dios, verdadera para todo tiempo y lugar. 11
NO SÓLO ACADÉMICO
A medida que el concepto de cosmovisión se vuelve moneda de curso legal puede ser fácilmente mal entendido. Algunos consideran que es una disciplina académica más a dominar -un ejercicio mental o «formulación» de estrategia-. Otros conciben la cosmovisión como si fuera un arma en la guerra cultural, una herramienta para un activismo más efectivo. Y aun otros, ¡ay!, asumen que es poco más que un nuevo vocablo de moda o truco de mercadeo para maravillar al público y atraer donantes.
El pensamiento genuino sobre cosmovisión es mucho más que una estrategia mental o un nuevo giro en torno a los acontecimientos actuales. En esencia, es una profundización del carácter espiritual y del carácter de nuestra vida. Comienza con el sometimiento de la mente al Señor del universo, con una disposición a ser enseñado por Él. La fuerza motriz de los estudios sobre cosmovisión debe ser un compromiso a «amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, y toda tu alma, y todas tus fuerzas y toda tu mente» (véase Lucas 10:27).
Por eso la condición indispensable para crecer intelectualmente es crecer espiritualmente, pedir a Dios la gracia para «llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Co 10:5). Dios no es sólo el Salvador de las almas, es también el Señor de la creación. Una de las maneras en que se reconoce su Señorío es interpretar cada aspecto de la creación a la luz de su verdad. La Palabra de Dios llega a ser anteojos que ofrecen nueva perspectiva sobre los hechos y los pensamientos.
Como sucede con todo aspecto de santificación, la renovación de la mente puede ser penosa y difícil. Requiere esfuerzo y disciplina, inspirados por un amor abnegado a Cristo y un deseo ardiente de edificar su Cuerpo, la Iglesia.
Para poder tener la mente de Cristo debemos estar dispuestos a ser crucificados con Él, seguirle adonde quiera guiarnos, sin importar el precio que haya que pagar. «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios» (Hechos 14:22). Mientras soportamos la refinación en el fuego del sufrimiento, nuestros deseos son purificados y nos damos cuenta que no deseamos otra cosa que doblar cada fibra de nuestro ser -también las facultades mentales- para cumplir la oración del Padrenuestro: «Venga tu Reino».
Anhelamos rendir todos los dones y talentos a sus pies para adelantar su propósito en el mundo. Desarrollar una cosmovisión cristiana significa someter el yo entero a Dios, en un acto de devoción y servicio.
Extracto de la Introducción del libro Verdad total, Nancy Pearcey. Editorial Jucum.
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